es una propuesta de Cristina Morales para la Catalizadora GOZADERA, la investigación colectiva de Te( n ) cuidado sobre espacios de convivencia y usos de los espacios comunes. A través de la interpretación del tema y la mirada de esta artista y escritora, se abre un nuevo capítulo en el marco de esta investigación.
Cristina Morales es artista y escritora, considerada como una de las jóvenes de mayor talento de las últimas generaciones. Entre sus obras más conocidas están Lectura fácil, Introducción a Teresa de Jesús, Terroristas Modernos. Ha recibido numerosos premios como Premio Herralde de Novela y el Premio Nacional de Narrativa. También forma parte del colectivo de artes escénicas ‘Iniciativa Sexual Femenina‘.
* Nota de la edición.
El título hace referencia a un colectivo llamado RomaNonEsiste, un proyecto de vivienda en el espacio público, de estudio y relación con un territorio por parte de una comunidad de artistas y mujeres investigadoras.
ROMANONESITE es un campamento móvil, un montaje temporal de carpas y módulos de viviendas ligeras ubicado, en este segundo año de experimentación, entre los distritos de Rebibbia, Ponte Mammolo y Casal de ‘pazzi.
Una de las acciones realizadas por el colectivo es visitar la cárcel de Rebbibia, en Roma, para ponerles música a toda pastilla a las presas por fuera de los muros, enfrentándose a los carceleros, y que la autora entiende como “una acción radical de cuidado y solidaridad”.
Romanonesiste ha sido compartido en formato fanzine-correspondencia, en una primera edición de 100, y dispersado a través de envío postal. Una correspondencia que quiere atravesar los espacios privados y visitar nuestra red.
A continuación, el texto completo:
“A la asamblea le digo lo siguiente:
El recorrido fue bello, eso es innegable. La naturaleza devoraba la basura cuando originariamente se trataba de que la basura devorara la naturaleza. Todas fueron muy amables conmigo y entre sí, y hasta se mostraron interesadas por el estado de mi alma. Muchas ya me conocían sin yo conocerlas o reconocerlas a ellas. Esto es así porque ellas me han visto a mí sistemáticamente sin mascarilla, pero yo a ellas es ahora que las empiezo a ver desembozadas, cuando la ley ha permitido salir a la calle con la cara al aire. Esta asamblea a la que me dirijo es particularmente temerosa de la ley.
Ellas me conocen, de hecho, por el día en que yo me puse culo y coño al aire enfrente de los Militia Christi, unos fascistas que a orillas de la Isola Tiberina escupían bazofia antiabortista con antorchas y con niños que sostenían ramos de flores o ramos de flores que sostenían niños. Más bien esto último.
Muy bello el recorrido, digo. Politizador, o sea, dador de una buena hostia de realidad. Decir politizador es decir místico, es decir revelador lo mismo que Dios revela su palabra a unas pocas elegidas y qué suerte tuve yo que aquel día fui una de esas pocas y pude ver las cosas con diáfana claridad: el ala femenina de la prisión de Rebibbia con las presas sacando los brazos hasta el sobaco por los barrotes de las ventanas, saludando a esta asamblea que avanzaba descampado a través con el atardecer rosa fosforescente a sus espaldas y, a esas mismas espaldas, altavoces-mochila que (y es ahí adonde esta carta a RomaNonEsiste quería llegar) sonorizaron todo el paseo, las dos horas de paseo, dos horas de paseo con música.”
Ahora, mi campestre amigo, te escribiré sobre esa música. Pero antes, dime, porque me preocupa: ¿ves acertado el tono de mi comunicación a la asamblea?
Tuya,
C.
Max, amigo:
Me preguntas si me lo he inventado o si RomaNonEsiste existe, generando con ello un verso precioso, un disparadero, un estampado de camiseta: ¿Existe RomaNonEsiste?
Ma esiste RomaNonEsiste?, (oigo con la voz de Giulia Manili,
faraona,
la pregunta formulándoseme en la cabeza).
Mis lectoras se interrogan inocentemente
en busca de un parangón
con su universo conocido. (Giulia no es mi lectora.
Es aquella por cuya boca más veces he oído yo
el nombre del colectivo).
Quienes integran RomaNonEsiste,
última y única vanguardia vieja de la ciudad,
estarán muy contentas de saber
que la primera reacción de alguien al leer de ellas y de sus acciones
es de confusión entre la realidad y la ficción.
Yo también me pongo muy contenta cuando mis textos provocan
ansiedad epistemológica: ese padecimiento equiparable
a cuando te drogas y rechazas el colocón.
Yo una vez, cuando la segunda invasión de Irak al inicio de los dosmiles, me hice estampar una camiseta amarilla muy ceñida con la palabra GUERRA en letras verdes bien grandes, deformadas y cuarteadas por la reventaéra de mis pechos. La camiseta me quedaba pibón. Recuerdo una noche que me la puse para ir a cenar a un café teatro y la gente me miraba las tetas y a la vez leía la palabra, no ya palabra sino mensaje, pues en esos días todo el mundo iba a las manifestaciones del NO A LA GUERRA y había carteles con el lema ese por todas partes: en los balcones, en la universidad, en las tiendas, y por supuesto en las camisetas. Las lectoras de mis pechos de aquella noche padecieron un breve episodio de ansiedad epistemológica también, cosa que, 17 años después, me sigue haciendo sentir orgullosa.